Que te voy a enseñar un corazón,
un corazón infiel,
desnudo de cintura para abajo,
hipócrita lector -mon semblable-, mon frère!
“Pandémica y celeste”, Jaime Gil de Biedma (1966)
Toda generación literaria debería tener entre sus tareas, quizá la mayor, releer, rescatar y restaurar para la eternidad a un gran autor. Como el 27’ hizo con Góngora, como el 50’ hizo con Machado, así deberíamos hacer nosotros. Yo pienso, y no lo pienso yo solo, claro, esto es idea de otros pero la adopto y la hago propia, que los Diarios de Jaime Gil de Biedma son nuestro horizonte, nuestro dorado. Esa prosa, quizá, puede mostrar un camino. Desde ahí, pero haciendo otra cosa, quizá, podremos hacer algo.
Y digo los Diarios, no su poesía, buena poesía, es cierto, pero fatal para sus discípulos, devastadora al combinarse con los formatos virtuales del hoy. Como suele ocurrir con los grandes escritores, con Nietzsche, con Borges, con Carver, ocurre con Jaime Gil: el que intenta imitarle está perdido. Y lo han imitado tantos…
Reelaborando un fragmento de los Diarios en que habla sobre la prosa poética española, fragmento tan pertinentemente subrayado por Andreu Jaume, editor de la obra completa de nuestro poeta, al que, tengo que decir, le debo todas las ideas de este texto y alguna más, fragmento en que dice: “La prosa española se infecta de intención poética y el sobreabundante número de obras admirables que aquellos años nos han legado no sé si del todo compensa los años de la infección…”1, podríamos decir ahora:
[Tras Jaime Gil de Biedma] la poesía española se infecta de intimidad desnuda, y el sobreabundante número de versos admirables que aquel poeta nos ha legado no sé si del todo compensan los años de la infección, porque la poesía, además de un medio expresivo, es un objeto del arte, piedra viva que se debe conocer y trabajar, y no se puede jugar con ella impunemente a la confesión afectada durante años y años sin enredar de tópicos y cursilería el lenguaje de los sentimientos, unos sentimientos sometidos a la validación y el exhibicionismo de las redes sociales, lastrados por la comodidad de la autocomplaciencia y la egolatría camuflada de vulnerabilidad, y sin que la poesía, tanto oral como escrita, se deteriore.
Si tal reflexión se le antoja al lector demasiado truculenta, piense un momento que de aquel genial e individual diluvio de poesía de la intimidad y de la sublime confesión cortante y reflexiva de Gil de Biedma, nacieron en las últimas décadas flores tan venenosas como los canallas versos de García Montero para canciones de Joaquín Sabina, de una cotidianeidad anodinamente sucia, y los tweets y novelas de Elvira Sastre. En contra de lo que esta piensa, follar y fallar no es un poema, es la vida de cualquiera expuesta en verso, versos para Instagram.
Ojalá el efecto de Jaime Gil en nuestra prosa pueda ser más fructífero, más elaborado, y más original que en la poesía. De los maestros es mejor atender a su gesto de ruptura que copiar la propuesta concreta.
Fragmento completo de los Diarios (Lumen, 2011): “La prosa española se infecta de intención poética y el sobreabundante número de obras admirables que aquellos años nos han legado no sé si del todo compensa los años de la infección, porque la prosa, además de un medio de arte, es un bien utilitario, un instrumento social de comunicación y precisión racionalizadora, y no se puede jugar con ella impunemente a la poesía durante años y años sin enrarecer aún más la cultura del país, una cultura sometida a graves tensiones, lastrada por el peso histórico de una insensible e inveterada insensatez y sin que la vida intelectual y moral de sus clases ilustradas se deteriore. Si tal reflexión se le antoja al lector demasiado truculenta, piense un momento que de aquel universal diluvio de poesía en prosa y de la renquintada retórica novecentista de Ortega y Gasset, nacieron en los 30 flores tan venenosas como las espléndidas crónicas de Eugenio Montes en ABC, de una toxicidad químicamente pura, y los escritos y discursos de José Antonio Primo de Rivera. En contra de lo que afirmaba este, es más que aconsejable que a los pueblos no les mueva los poetas”.
Cuando pasa suficiente tiempo todo se ve con más perspectiva, el tiempo pone a cada uno en su lugar en la historia. Algunos saben verlo en el momento y avisan de la perversión, es bueno tenerlos cerca para discriminar entre lo bueno y lo pasajero.
Igual en la sociedad del tweet y la historia de Instagram no se puede hacer poesía de verdad. Igual no tenemos la paciencia para empaparnos y entenderla. Igual darle a enter dejando una frase a medias es la única poesía que podemos absorber.