Regresos
“Yo iba a ser un recuerdo cuando grande”
Formas de volver a casa, Alejando Zambra
Hace meses que no publico nada aquí.
Hace más meses había comenzado a publicar por capítulos dos libritos breves, un ensayo literatrio, La Muerte del Lector, y una colección de fábulas, Ante la Verdad. Ambos quedaron interrumpidos abruptamente este verano.
La pereza, la ansiedad, un precioso trabajo nuevo y una posible propuesta editorial de publicar el texto Ante la Verdad motivaron ese parón.
Ahora ya no veo sentido a retomar la publicación. No quiero publicarlos aquí. Porque no son fragmentos, son libros. A mí me gustan los fragmentos, y me gustan los libros, lo importante es que no son lo mismo.
Quizá Ante la Verdad salga en unos meses en formato de libro, quizá no, pero en todo caso la editorial me ha pedido, por ahora, que no lo siga publicando aquí. La Muerte del Lector no tiene ningún pretendiente editorial, pero tampoco me apetece seguir troceándolo para que sea consumible y digerible por el usuario estandar del soporte digital.
Esos dos libritos sufrieron un maltrato que no merecían, por mero afán de “captar lectores”. No serán sometidos a más tortura para saciar mi ego. Son libros completos y cerrados que encontrarán su lugar de difusión si lo encuentran, y si no pues no. Aquí va un posible medio de difusión:
Si algún amigo atento ha llegado hasta aquí y quiere saber como acaban dichos textos, o uno de los dos, que me escriba al email buron27@gmail.com y le haré llegar el pdf completo, bello, corregido e íntegro, sin descuartizamientos. No es ningún problema. Los textos están para leerse, y la editorial tampoco se lee nada de esto, como casi nadie, así que no conocerá el mercado de contrabando gratuito y amistoso de literatura que aquí establezcamos.
Este blog retomará su forma original: un diario íntimo de fábulas, reflexiones y textos en general sueltos. Fragmentos de mi diario.
Y asumirá, por fin, su verdadera condición, la de todo diario en realidad, la de la arbitrariedad fragmentaria y casual de la idea que aparece repentina y caprichosa, la de la oportunidad de tener el tiempo para registrar la idea y escribirla. La forma literaria de Walter Benjamin, la de Kafka, la de Valery, la de Canetti, la del mejor Cortázar. El fragmento como forma. El texto como dimensión.
Está bien que se haya roto así la continuidad de esos textos que se han quedado a medias aquí. Esta es la forma de la escritura alargada en el tiempo biográfico, va ocurriendo, se derrumba, queda a medias. Pocas veces vence a los vientos del tiempo que todo lo erosionan. Y aún cuando se levanta completa, solo es cuestión de tiempo, ya caerá. La ruina es la obra.
Algún día, quizá una vez al mes, quizá tres en una semana, quizá uno al año (“un poema al año, yo si tuviera dinero escribiría un poema al año, qué maravilla”, Roberto Bolaño) aparecerá aquí el fragmento de turno. Nada más condicionará este espacio, textos, de vez en cuando.
Fragmentos de un diario íntimo en el exibicionista público anonimato de internet, elaboraciones mentales que pasan del silencio al silencio, pasadas de idea mental a texto de código binario, y lanzadas al también fragmentario, infinito y oscuro vacío de la web y el algoritmo que como el destino de los griegos le hará llegar a quien le llegue, para abrazarlo o vomitarlo.
Escribir es escribir. Internet es la piedra del siglo XXI. El soporte tan solo sirve como fijación del texto y herramienta para su decodificación posterior, si es que alguien tiene el tiempo de pararse a mirar qué pone.
Hoy llegará el primero, quién sabe cuándo, el segundo, y así.
Saludos, y gracias.
Jorge