“Debe señalarse que los principios religiosos sufren una suerte de flujo y reflujo en la mente humana y que los hombres tienen una tendencia natural a elevarse de la idolatría al monoteísmo y a recaer de nuevo del monoteísmo en la idolatría”.
David Hume
La monogamia es básicamente lo mismo que la fe.
Algo en lo que crees a ciegas, que seguramente sea falso, pero que te da una cierta paz vital que necesitas. En principio piensas que además es la verdadera, porque en ella encuentras una felicidad trascendente que no podrías encontrar fuera porque no existe fuera; pero es curioso porque no sabes lo que es estar fuera, al menos no desde la conversión monógama, igual que el creyente que nunca ha salido de Dios desde que lo conoció y, sin embargo, sabe que aquello sería el infierno. Admitámosle la constancia de perseverar en una verdad (en caso de que la perseverancia sea cierta y no solo aparente), pero la fórmula ya clásica de inventar verdades para después obcecarse en sus imposiciones no deja de fascinarme.
La monogamia es una creencia, de la cual yo soy fiel practicante, he de decir, incluso ortodoxo, pero me extraña que el resto de los creyentes no sean conscientes de que es pura fe, y piensen de verdad que su vida es más plena y feliz que la de los otros, pobres infelices, que no han conocido la verdad del amor, la palabra del Dios verdadero.
No obstante, me sorprende más aún que los polígamos (teóricos adoradores de la multiplicidad) piensen exactamente lo mismo, que su verdad es la única y la buena, y tampoco perciban que la suya es otra religión, con las variaciones y diferencias propias entre monoteísmo y politeísmo, pero religión al fin y al cabo.
Resumidamente, esta de la poligamia, consiste en adorar a múltiples dioses que te van puteando sucesiva e indefectiblemente y a los cuales, sin embargo, sigues adorando y ofreciendo sacrificios. Hay que reconocer que es una creencia muy útil para la autocomplacencia, pues justifica las propias desgracias, que nunca son culpa de uno, sino los dioses del Olimpo que escriben nuestro destino y juegan con nuestro sufrimiento. El sujeto nunca es culpable ni puede escapar de la condena que está escrita desde el principio de la tragedia; qué se le va a hacer si adviene el sufrimiento, qué culpa tengo yo si lo genero.
Monogamia y poligamia, monoteísmo y politeísmo, religión al fin y al cabo.
Jorge Burón