PARTE 5: ABISMO Y CONTRADICCIÓN
“Todo nos invita a creer que existe un lugar donde vida y muerte, real e imaginario, pasado y futuro, lo comunicable y lo incomunicable, lo alto y lo bajo, dejan de ser percibidos como contradicciones”
Andre Breton
El ser humano sabe que ha llegado a las fronteras del conocimiento cuando se topa con el sinsentido, es decir, que ha llegado allí donde acaba su arma más poderosa: el lenguaje.
Hemos llegado a los límites del territorio, lo cual significa que hemos recorrido el territorio, es la paradoja nuestro éxito más logrado. Esta es la prueba de que algo indescifrable hemos hallado, que estamos ante el abismo, para adentrarnos, debemos renunciar a la razón, a la coherencia.
El lenguaje ha alcanzado su límite lógico. Aún no nos hemos permitido proponer lo ilógico, sostener la contradicción, aceptar la incoherencia. Ha llegado el momento.
El sinsentido, ambigüedad, abismo, contradicción, propio del texto literario, le aporta al texto literario su capacidad expresiva y su capacidad generativa, una multiplicidad de sentido que no se agota, ahora bien, su fuerza de acción sobre la realidad inmediata es menor.
El texto unívoco, con un mensaje perfectamente enunciado y dirigido a su receptor para la mayor sencillez en su captación, siempre será más eficiente. En un primer momento tiene más éxito un best seller, que no es literatura, más impacto un panfleto político, que tampoco lo es. Sus mensajes hablan la lengua de su tiempo, refunden tópicos ya instalados en el inconsciente colectivo. Se entienden en el mismo instante, es decir, no dicen nada nuevo.
El texto literario tiene la ardua tarea de adentrarse en lo desconocido y traer de allí una nueva forma para la palabra. Requiere tiempo, al principio, tiene la forma de la locura. Pero dado el tiempo, ese pedazo de oscuridad secreta seguirá brillando hasta la eternidad, como la Tierra Baldía de Eliot, como el Ulises de Joyce, como la Biblia. Cifrar lo incomprensible.
La paradoja es la forma más resuelta y elegante de nuestro lenguaje, es decir, de nuestro ser. ¿Qué forma más perfecta de nombrar lo innombrable que señalando sus márgenes? Los griegos utilizaron la paradoja, y la tradición judeocristiana lo llamaron el misterio, lo incomprensible que solo se acaricia en la contradicción.
En esa incoherencia que muestra nuestra infinita limitación es donde debemos probar para alcanzar algo trascendente a nosotros: arte, literatura. “También el poeta, si es un verdadero poeta, tiene que repetirse perpetuamente: «no sé»”, Szymborska.
En adelante veremos los modos en que la literatura y el arte han enunciado el “no sé”.
Jorge Burón