El pezón es lo común
Su inaudita cabeza no hemos visto,
donde los ojos maduraban. Pero
su torso aun fulge como un candelabro,
con su mirar, tan sólo atornillado
más atrás. Si no, no te cegaría
el álabe del pecho, y en el giro
silencioso del muslo, una sonrisa
no iría al centro donde estuvo el sexo;
la piedra fuera corta y deformada
bajo los hombros de caer translúcidos;
no brillaría como piel de fiera,
irrumpiría por todo contorno
como una estrella: porque no hay un sitio
que no te mire. Has de cambiar tu vida.Torso arcaico de Apolo, Rainer Maria Rilke (1908)
(Texto escrito el 07/09/2023)
Miley Cyrus ha dicho una cosa muy interesante sobre la censura del pecho femenino en redes sociales: “No es la teta lo que da miedo, es el pezón”.
Ya lo sabíamos, que lo prohibido en redes es el pezón y no la teta, pero no deja de ser sorprendente cada vez que se señala.
La teta -lo que sí es distintivo de esa entidad abstracta a la que llamamos mujeres, la protuberancia producida por una glándula mamaria más desarrollada- está permitida, y es habitualmente expuesta por todo internet e incluso las redes sociales más conservadoras como Instagram; siempre y cuando, el pezón -lo universal, lo compartido, lo que sí tenemos todes (o casi todes)- sea pulcramente cubierto.
Es llamativo el agravio comparativo precisamente sobre aquello donde no hay diferencia, donde es imposible ninguna justificación fisiológica ni trascendente.
Siempre hay en la erótica algo masturbatorio. Nos follamos a nosotros mismos, la pareja es un mero medio de abstracción. Por eso cancelamos el pezón, porque nosotros también lo tenemos. Es lo nuestro que vemos en la otra, y allí nos aterra, y nos seduce, y nos aterra que nos seduzca.
O, quizá, el placer del poder se realiza en la ley injusta, pues la ley justa no manifiesta ningún imperio, no demuestra fuerza, sino que cae por su propio peso y más que poder parece mero devenir.
Prohibir las tetas les parece demasiado obvio. Sin embargo, la especificidad arbitraria y minúscula de la norma estrafalaria -prohibir los pezones de ellas, y no los pezones de ellos, indistinguibles unos y otro con zoom suficiente- es mucho más imperioso y satisfactorio.
Es lo común lo que nos hace gozar; y es lo común lo que nos hace gozar en la prohibición: tú no puedes esto, pero yo sí.
Jorge Burón